viernes, 1 de mayo de 2020

Cuarentena día quintichento IV

Cuarentena día quintichento IV

Bueno, al menos se acabaron las guerras y los inmigrantes ya no son tantos. Los terroristas no tienen dónde perpetrar sus actos en calles vacías. Ni hablar de esos pormenores de la salud como la malaria, el évola, dengue, chagas, fiebre amarillas, tuberculosis, HIV, cólera, sarampión, gripes, que en realidad nunca existieron. El colapso ecológico ya no es el principal de los problemas de nuestra subsistencia. La amenaza ultraderecha y ultraizquierda. La pobreza. Los confinados sociales de por vida. La soledad preexistente. El consumo innecesario. Los olvidados ahora son sólo un triste recuerdo.
O será sólo que ya no nos damos cuenta. O nunca nos dimos cuenta. Porque la felicidad es un olvido concertado. No nos damos cuenta de todo aquello que nos entorpece nuestro andar, ciego y tosco. Borracho y dulce, circunscripto en los la naturalidad de la norma.
De lo que si nos dimos cuenta es de los pisos-ratoneras en los que vivimos, de lo alejado que estamos del mudo en nuestras cajoneras de cemento, de los amigos, la familia, los abrazos. Aprendimos a percibir lo frío y deshumano que es vernos con las personas a través de pantallas y a la vez percibimos un inusual acercamiento a través de las mismas con las personas que por algún motivo no rondaban nuestro ámbito cotidiano y teníamos guardadas en el arcón de los viejos recuerdos. Paradojas del destino. Cómo darse cuenta que hay personas con las mismas preocupaciones que nosotros vendiéndonos una patata o un vaporizador nasal. Revalorizamos frases vacuas como el "cómo estás", expresiones automatizadas que servían solo para encajar en un léxico de pertenencia social. Aprendimos a de-construir la rutina para transformarla en otra rutina donde reposa la incertidumbre. Nos damos cuenta de lo puro que puede oler el aire, del canto de los pájaros. Del chillido de nuestros oídos que no toleran el silencio. Faltaría que sólo recuperemos la luz de las estrellas. Quizás no falte tanto para eso. De lo poco humano que es nuestro hábitad, que hace rato vivimos encerrados. Ahora asimilamos el encierro como una posible nueva forma de trabajo. De que aquellos que nos quisieron vender shapoos, envíos a domicilios, cremas de piel, líneas de tele-cominicación, chocolatadas, bebidas energizantes, quieren seguir vendiéndonos sus productos mostrándonos lo buenas personas que son, compasivas, comprometidas, positivas, meditativas, agradecidas, misericordiosas y con un gran criterio de justicia social, entonces así incentivar nuestra visión de futuro sonriente y seguir comprándoles para evitar el colapso económico que se avecina, y entonces, ser buenas personas también.
Dedicado a los que ya viven en un apocalipsis crónico y ven esto como una simple anécdota. 



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