jueves, 11 de junio de 2015

Maradona Vs. Messi

Escuché el otro día a Alejandro Dolina opinar sobre Messi y la diferencia con Maradona. Para empezar, creo que deberíamos especificar la diferencia tiempo-espacio que a ambos los separa, pero como es algo muy complejo y requiere de un pensamiento dificultoso e irresoluble, es más fácil decir quién o cuál es mejor o peor. Pero Dolina no es tan tonto como para hacerlo. Resolvió el dilema diciendo que ambos son extraordinarios, pero que Diego era más bello en su juego. A Diego se lo podía intuir como el mejor en una jugada y a Messi en cambio en la estadística de todas sus participaciones. Me parece algo demasiado lateralizado para ser una conclusión. Con lo que podría estar de acuerdo es con la idea de que Messi resuelve las jugadas más fácilmente, sin tanto malabarismo o quiebres imposibles de cinturas cual bailarín. "Directo al grano". Me parecía ver esto en primera instancia cuando empezó a jugar junto al maravilloso Ronaldinho. Pensaba: ¿cómo puede ser tan bueno un jugador que no hace ni la mitad de las cosas que puede hacer Ronaldinho? Es cuando introduje el concepto de “efectividad”. Hasta el mismo Ronaldinho dijo una vez que al verlo entrenar por primera vez pensó “este es mejor que yo”, cosa que cuesta asimilar como tal, al menos a lo que a mí respecta. Aquí mismo podríamos acercarnos a la idea de Dolina. Messi es efectividad estadística y Maradona resolutiva, por no decir estética. Pero la belleza en el fútbol no es mérito propio del triunfo. No se ganan partidos con belleza, sino con goles. Imaginémonos los líos que se armarían si en un partido de fútbol definitorio de un torneo que haya terminado tres a tres se tuviera que decidir al ganador por la belleza de sus goles o de su juego. Todos juntados en una gran mesa dispuesta en medio de la cancha, luego de que los jugadores hayan terminado de ducharse, para debatir en asamblea general, técnicos, árbitros, delegados del público concurrente y delegados telemáticos representando al público televisivo, filósofos, deportistas de élite. Todos reunidos para poder decidir al verdadero ganador, al merecido ganador. Y claro, aquí introducimos la polémica idea de la verasidad,de qué se aceca más a la verdadera de belleza. Pues bien, esto no sólo no es así sino que no tiene nada que ver con la idea competitiva del fútbol, donde lo que suma es la efectividad y no la puesta en escena como en otras disciplinas, por ejemplo la gimnasia artística. Aquí gana el que más la mete y al que menos se la meten. Cuando explicamos en fútbol algo por su belleza, es en realidad porque se acaban los adjetivos calificativos de la intencionalidad del deporte y nos entregamos al goce de la contemplación o el divertimento, cosa que es más que digna dentro del deporte. Para eso lo consumimos, o por eso es que lo consumimos, porque posee una estética que nos hace posible su percepción. Yo, practicante de Judo, entiendo este punto perfectamente, ya que aun sabiendo yo cómo son las reglas de este deporte, no siempre me resulta divertido ver Judo, ni hablemos de alguien que no sabe nada de Judo, un aburrimiento absoluto. En cambio el fútbol divierte incluso al que entiendo poco y nada. Esa búsqueda estética es lo que aproxima al deporte con la idea de función artística.  
Hay cierta intención mundana de relacionar al fútbol con el arte, con la belleza, para explicar, entre otras cosas, por qué es tan popular en el mundo entero. “El deporte más bello del mundo”. Habría que ver realmente qué es lo que lo hace bello, si su puesta en escena o su práctica. Volviendo al judo, para mí hay una enorme diferencia entre practicarlo y verlo, casi que no hay similitud. En el fútbol seguro pasa lo mismo. Pero habría que poder practicar medianamente cada deporte existente sobre la tierra para sacar una estadística sobre cuál deporte es más interesante que cuál y desde qué punto de vista, si el de practicante o el de espectador.
En cuanto a Messi y Maradona, para empezar habría que analizar qué cree Dolina que es bello y qué cree Fulanito al decir que Messi juega más bello. Pero si hablamos de la belleza en una actividad del hombre estamos hablando de arte, dejando de lado un poco el deporte. Ya no estamos hablando de puntos, goles, asistencias, trofeos, sino de otra cosa. Entonces tendríamos que ver qué buscamos cuando vemos fútbol. Y si buscamos belleza, pues quizás sería bueno empezar a generar torneos que los que no se juegue por nada, sino por amor al fútbol, donde los arcos no tengan red y en caso de que la pelota atravesara el arco como en un gol, se pudiera ir por detrás de la línea de meta a buscarla sin que se detenga el juego y seguir con el espectáculo. O que directamente no haya arcos. Partidos sin objetivo, sino el de la demostración futbolera, y que los jueces de la estética futbolera decidan con puntaje. O mejor aún, donde nadie decida nada por nadie, sin perdedores ni ganadores.
Hace rato que no miro otro fútbol que el europeo. El fútbol argentino ha quedado tan lejos de mí que no tengo idea de nada. Busco justamente eso que busca la gente en general, la belleza, y lo encuentro más en Europa que en otro lado. Miro fútbol estéticamente, sin importarme los resultados. Eso se lo dejo a los apasionados, a los fanáticos. Porque sólo siendo fanático se puede concebir la idea de querer conseguir objetivos. Aquí nos encontramos con la paradoja de la belleza inmaterial y el objeto triunfo. Consumimos fútbol por su belleza, y a su vez queremos que nuestro equipo del que somos simpatizantes gane como sea. Eso es lo que pasa, a mí me parece, en el fútbol argentino. Da todo más o menos lo mismo, mientras mi equipo gane. La pasión lo enceguece todo y termina siendo más importante el circo que se arma por fuera, la ficción que nada tiene que ver con el juego y la habilidad. Al fútbol le entramos por lo bello y terminamos siguiéndolo por el resultado, o por lo que es más inentendible para mí, por una especie de pasión que da lo mismo si tu equipo es un asco absoluto jugando, te gusta igual. Un “porque sí”.
Ahora bien, ¿dónde está la belleza entonces? Porque digo, jactándome de mi seguridad, que busco belleza en un partido y no un resultado. ¿Cuál es mi belleza? ¿Cuál es la belleza en el fútbol? ¿Maradona porque danza en sus fintas o Messi porque no las necesita? ¿La estadística o la efectividad? Es una decisión difícil e incluso injusta, porque si analizamos más a fondo al fútbol, encontraremos que es uno de los deportes más injustos que existen. Entonces, si el fútbol es injusto, inesperado, incierto, donde a veces el peor le gana al mejor, o el club con más poder es el que mejores jugadores tiene y tendrá, donde los árbitros cometen errores todo el tiempo, ¿dónde está la belleza en todo esto? Quizás sea bello porque el fútbol es lo más parecido a la vida misma, donde hay reglas pero en realidad no hay reglas, donde todo sigue un reglamento que se puede ir al carajo en cualquier momento. Creo que sí, es eso, el fútbol es tan bello como la imperfección. En la imperfección de las cosas se encuentra la belleza. Porque allí es donde reina el matiz.
Vaya lío en que nos metimos, ahora se metió la señora “Justicia” en todo esto. Porque si el objetivo es ganar partidos para ganar torneos, y así, ser el mejor y no el más bello, entonces tenemos que hablar de lo justo. Y entonces me pregunto qué hay de justo en los torneos cuando por empezar ningún torneo es igual al otro. Lo torneos de liga premian la continuidad y la acumulación de puntos, y es lo más parecido a la justicia (tranquilos, sólo dije “parecido”) porque da el tiempo suficiente y los partidos necesarios para ver realmente en qué nivel está el quipo, permitiendo poder equivocarse en el camino sin ser necesariamente un factor decisivo para definir el destino del equipo. En cambio, si nos remitimos a un mundial de fútbol, o a la liga de campeones, ya la cagamos, porque no se parece en nada más que en que son 11 contra 11 y el partido dura 90 minutos. Ya empezamos a hablar de estados de ánimos en el momento decisivo: no hay vuelta atrás en un partido se gane o se pierda. Que la preparación, que el tiempo que tuvieron los jugadores para juntarse a entrenar en el caso del mundial (nada de continuidad ni mierdas), qué la mala decisión en el último momento del árbitro que no se puede remediar de ninguna manera ya que no habrá más partidos “subsanadores”. Y encima de todo, a veces, simplemente, sin razón, gana el peor de casualidad. ¿Entonces de qué justicia estamos hablando? En un torneo se premia la continuidad y en otro el oportunismo. A veces coincide que el mejor es el que gana.
Volviendo al torneo de liga, tenemos otro problema: que la continuidad, que parece la opción más justa, se vuelve injusta en el momento que el club más poderoso posee el acceso a los mejores jugadores, y por ende, a los mejores premios. Acá ya es donde todo se desvirtúa e importa una mierda de qué equipo eres hincha, porque en verdad no eres de ningún equipo, porque no existe tan concepto. El equipo de fútbol es una construcción abstracta de poderes, oportunismo, negocios, y al final del camino, algo de fútbol y táctica. Pero sí en más digno ser hincha de los jugadores, como los maradonianos o los messiánicos. Allí es donde rige el criterio individual por sobre lo general o colectivo, que sería representado por la totalidad “Fútbol”. Volvemos a cerrar el bucle para volver a empezar: ¿Maradona o Messi? ¿Deporte o espectáculo?
En el Judo la versatilidad de la técnica puede ser el objetivo más claro de la actividad: es lo que te lleva a la sabiduría y a la obtención de graduación (color de cinturones). Pero todo esto se puede anular automáticamente cuando el judoca posee una única técnica poderosa e imbatible con las que gana cada una de las luchas. Se puede dar este caso, dónde nada importa lo variable de la técnica contra una única técnica superior al resto. ¿Es injusto esto cuando un judoca se ha volcado a aprender todas las técnicas posibles mientras el otro sólo se dedica a perfeccionar una única técnica para poder ser imbatible? ¿Qué es lo justo, ganar o saber? Imaginemos que Messi no solo ya es un rey de la estadística, sino que tiene el don de pegarle desde cualquier lugar de la cancha y hacer que la pelota se dirija al preciso y más lejano sector del arco donde el arquero no puede llegar nunca. “Piernas de misil teledirigido” dirían las portadas de los diarios. Sería sencillamente infalible. “Pero Maradona jugaba más bonito” seguiría diciendo Dolina seguramente. Si se busca belleza no se puede buscar competencia. Aún así, ambas cosas pueden convivir, claro está.Pero son cosas diferentes.
Se comparan muchas otras cosas, como el liderazgo en un equipo, quién es quién, con quienes juegan, cómo y cuándo, circunstancias, etc. Si de comparaciones se trata, ya estamos hablando de dos paradigmas diferentes, donde casi todo era diferente, desde el peso de la pelota hasta las circunstancias cotidianas que hacen al jugador. Son demasiados factores a analizar, tantos que nadie los analiza, sino costaría ponerse de un lado o del otro, y vivimos en un mundo competitivo donde la premisa es, lamentablemente, ponerse en un lugar. Las circunstancias definen a los jugadores, por lo que los jugadores, como las circunstancias, nunca son las mismas.

Fútbol: todos contra todos

Ha pasado un mundial más, un evento recreativo y pasional que desenmascara los verdaderos sentimientos e imbecilidades de algunos seres. Todo se ha transformado en una cuestión de guerra ficticia, y me pregunto, qué de cierto hay en todo ese sentimiento de odio entre los países. Para empezar, tuve que ver el partido final del mundial con Nadine, mi pareja, que es alemana, en un bar lleno de argentinos que de vez en cuando gritaban “Nazis de mierda”. Maravilloso! Hasta tuve la idea de cagarme a trompadas con ellos, por suerte no llegué a eso. Claro está: si eres alemán, eres Nazi. Entonces podríamos decir que nosotros, los argentinos, somos La Junta del Proceso de Reorganización Nacional (militares genocidas argentinos), o la Campaña del desierto (matanza indígena para expropiar tierras en la Patagonia), Galtieri… Total, da todo lo mismo. Simplemente se trata de infundir el odio que sientes hacia un grupo de persona y tratar de calificarlo con lo peor que se te pueda ocurrir, “todos dentro de la misma bolsa”. Y para colmo, acabo de leer los dichos del Señor Victor Hugo Morales, son estos, por favor léanlo y escúchenlo, para que se entienda de qué voy: http://www.infobae.com/2014/07/15/1580951-la-respuesta-victor-hugo-morales-los-festejos-alemanes-son-unos-nazis-asquerosos 
¿Leyeron bien? Si si, tal cual. ¡Listo, nos tapó el agua! A este tipo habría que dejar de seguirlo, de escucharlo, que la gente lo olvidara y que no pueda volver a hablar en un medio de comunicación. Pero claro, eso no sucederá porque lamentablemente hay mucha gente que opina como él. Y todo por un simple partido de fútbol, una simple gastada. ¿Alguien vio el video de la gastada de los jugadores alemanes a los argentinos? Por si no lo viste, es este: http://www.diarioregistrado.com/mundial-2014/97249-los-jugadores-de-alemania-y-una-burla-de-mal-gusto-en-los-festejos.html  Una tontería absoluta e inocente que no tiene asidero en esta discusión absurda y violenta de este impresentable periodista. Nos dicen gauchos, por llamarnos de alguna manera, porque no conocen a fondo nuestra cultura y nos identifican con un término generalizador, nada más, no veo ningún tipo de ofensa. Y suponiendo que fuera una ofensa, ¿entonces tenemos el derecho de ofenderlos a ellos diciéndoles que son todos nazis y que se creen una raza superior? Eso es un millón de veces peor que lo de gauchos. 
Estoy cansado de las generalidades, de la discriminación. Alemania ha pagado por su historia, y ya han hecho un mea culpa, han hecho lo hasta lo imposible para limpiar la historia con un presente que no se parece en nada con el pasado que tuvieron, con una historia hecha por gente que prácticamente ya están todos muertos. La nueva historia la hacen otras generaciones. Pero aún tienen que seguir lidiando con gente lamentable como este Víctor Hugo. A las atrocidades y la guerra, al nazismo se le antepusieron los pensamientos e ideales. Primero elaboraron un pensamiento, que creció, hasta llegar a los hechos. Si el pensamiento de Víctor Hugo pudiera crecer, en un caso hipotético, si pudiera dominar las mentes de los pueblos, ¿por qué no pensar que estos pueblos pudieran decidir invadir Alemania y matarlos a todos? El horror siempre parte de un ideal, y creer que por sólo pensarlo sentado desde el sillón de nuestra casa mientras miramos un partido no hiere a nadie es un error garrafal.
A título anecdótico: Unas selección alemana que está llena de hijos de inmigrantes integrados, con un arquero que lucha por la causa homosexual y que en Brasil confraternizó con la tribu Pataxo y donó dinero para causas solidarias. ¡Estos tipos son unos tremendos Nazis! ¿No?
Este señor es una vergüenza, así que pido un fuerte repudio hacia su persona. No se cómo hacerlo, quizás intentaré escribirle un carta, no lo se. Lo que si se es que no podemos ser así, no quiero que seamos así, que todo de igual, que etiquetemos a la gente por color o credo, por el país de donde viene. Ya se que soy un estúpido idealista que digo paparruchadas, que el mundo es esto y que no cambiará demasiado… pero si creo que algunas personas podrán pensar diferente y confraternizar con la única raza existente en la tierra: la humana. A por ellas pues…
Víctor, Victitor querido: deberías ir a Alemania, y ver la cantidad de caras  inmigrantes que van por la calle, sintiéndose alemanes y apostando su futuro en ese país. La cantidad de librepensadores que hay, la buena gente con la que te puedes cruzar. ¿Defectos? Claro que los tienen, pero también muchas cosas de las que aprender, y de las cuales yo he aprendido, y agradezco sentirme un poco parte de ellos. Quizás usted debería darse un paseo por allí, a ver si al final aprende algo, y se vuelve un poco más humano, como lo han logrado ellos después del horror de la guerra. Le deseo que cambie, si aún está a tiempo de hacerlo.
Otro tema: mucha gente se ha rasgado las vestiduras porque hay gente que ve fútbol mientras debería estar preocupados por las injusticias del mundo, por ejemplo, los bombardeos de Israel de estos últimos días. En primer lugar, hay injusticias como esta o peores cada día que transcurre en nuestros días de vida, pero muchas de éstas ocurren en países que “no están a la moda” ni de los medios ni de la ciudadanía, o que culturalmente hablando se encuentran lejos de nuestra concepción o entendimiento. A esta gente le digo que no sea hipócrita, porque nadie de nosotros puede y/o quiere estar dedicada su vida entera a luchar por esta gente, o mejor dicho, los que si dedican su vida entera a esta causa son la gran minoría de la humanidad, y no los que publican repudios fugaces en internet. Ellos mismos se indignan por Facebook u otro medio virtual y al otro día está subiendo videos virales sobre cualquier cosa que nada tiene que ver con guerras ni matanzas, como gatos lamiéndose las bolas cosas así. Las cosas no son ni tan blancas ni tan negras.
Todos buscamos en la vida reír, tomar un café con amigos, ver un partido por tele, tratar de ser lo más felices que se puede, sabiendo que hay un mundo en otros sitios más cercanos al infierno. Y por supuesto, dentro de lo que podemos, también intentamos algunos, cambiar algo de este mundo injusto. Pero la hipocresía no construye, sino todo lo contrario.