viernes, 11 de diciembre de 2015

El gato y la mosca: Breve historia de la humanidad

Mientras desayuno veo a mi gato tratando de cazar una mosca que acaba de entrar por la ventana. Pixie no parece entrar en ningún razonamiento que esquive el hecho único e inamovible de la obtención de la presa. Nada la distrae e incluso se deja hacer que cosas que suelen molestarle como tocarle la barriga. Su atención está bajo dominio externo. Ni siquiera sus juguetes preferidos funcionan. La mosca lo es todo en ese preciso instante. De repente, zaz! De un zarpazo violento y certero, saltando por el aire, se hace de su presa. La mosca cae estúpida del golpe de la garra contra el suelo, quedando a medio reaccionar, con sus alas rotas, malherida. Intenta revolotear pero no consigue más que dar círculos en el suelo, como el personaje de Curli de “Los tres chiflados”. Pixie la mira ya menos excitada: sabe que la tiene a su disposición. La mira come se retuerce y no hace nada por calmar su dolor. Peor aún, cada tanto le da con su pata algo que estaría entre un golpe y una caricia a la vez. Un “te mato pero no te mato”. Como si estuviera burlándose de ella, jugando a darle palmaditas, a que se muera de a poco, un rato más hasta comérsela. Pero claro, el comérsela también pasa a ser parte del juego, y se la mete en la boca, le da mordiscos dulces sin rematarla, y otra vez la escupe para seguir con las palmaditas. Ya está, está lo más estúpida que se le podría pedir a una mosca, ya dejó de entender el juego propuesto por Pixie, entonces se la come.

¿Cuánto habrá de humano en ese animal que parece disfrutar de la agonía ajena? ¿Instinto? Parece que cazar es parte de un juego además de la supervivencia. Pienso si hago bien en dejarla matar la mosca. Cada vez que entra una mosca en mi casa procuro cerrar las ventanas para que Pixie pueda gozar de su performance que la hace gata. ¿Haré bien? Pienso en que la mosca tiene el mismo derecho a la vida que el gato. Pero pienso en algún pretexto de la naturaleza del animal, que de por sí vive encerrada. Pienso en la “Gatitud” del animal al cual siento un afecto fraternal y eso lo justifica. Después de todo es lo que hace un gato, matar animales o insectos para comerlos. ¿Pero jugar mientras mata está bien? Bueno, no hay bien y mal en los animales, así que supongo que ni una cosa ni la otra. Pero, ¿por qué existe el bien y el mal entre las personas? ¿Hago bien o mal en encerrar a la mosca para que mi gato no haga ni bien ni mal en comérsela? Entonces me cuestiono hasta dónde llega la naturaleza del hombre a la hora de matar.

Unos meses atrás estuve en la ciudad de Sibiu en Rumania. Vi caminando por la calle a un gato que estaba intentando cazar una paloma. Éste se abalanzó encima de la paloma y pudo dar con ella clavándole los dientes. Inmediatamente una mujer que pasaba a su lado salió en defensa de la paloma dándole bofetadas al gato que huyó asustado. Esta escena me indignó de sobremanera. Pensé en el pobre gato que no tenía la culpa de tener que terminar viviendo en una ciudad que no fue diseñada para él al cual llegó vaya uno a saber cómo, sin desearlo, sin saberlo. Allí abandonado en el frío cemento, viviendo sin más. Y encima también tener que soportar la concepción irracional del derecho a la vida de una señora contaminada de civilismo la cual no repara en ningún momento en concebir una posibilidad diferente a la de una constitución urbana donde la “Gatitud” pueda encajar. Lo poco que quedaba palpable en aquel gato que lo constituía como tal, el hecho de cazar, de sobrevivir, fue cohibido por la civilización que dicta el común vivir ciudadano… o animal.


Lo que ocurrió a continuación no fue fruto de mi imaginación. El gato apareció aplastado por un auto media hora más tarde. Pude ver la continuidad de toda la escena ya que estaba en aquella plaza tomando una copa en una terraza de un bar. No pude evitar pensar en eso que llaman destino, como si el castigo para el gato por no poder ser un ser civilizado terminara por matarlo. También pensaba que bueno sería refregarle en la cara a esta mujer su culpabilidad por no dejarle ser gato, que terminó matándolo indirectamente. Pero no creo en el destino, aunque lo hubiera usado en su contra.
Derecho a la vida, un invento civilizador del hombre pensante. Derecho que se pierde justificadamente en el momento en que se necesita quitársela a uno para conservarse a sí mismo. Se supone que la idea de civilización es aquella que permite el “no quitar”, el que todos tengamos por igual o al menos eso es lo que creo cuando hablamos de civilización. Porque hay países mal llamados civilizados que poseen un ideal de derechos y libertades que no son más que el fruto de largos siglos de explotación y expropiación a países más débiles. Europa tiene muchos ejemplos de esto y no hace falta investigar mucho para saberlo. Eso mismos países “civilizados” son los mismos que llaman expropiadores a gobiernos de izquierda que quitan concesiones a empresas privadas que no han actuado bajo el mandato del servicio a la sociedad, cuando ellos mismos cargan su historia las expropiaciones más atroces de países enteros. Cuando se violan los derechos y libertades de un país es grave, pero cuando esto ocurre en un país aislado, lejano, se la llama “lucha por la libertad en el mundo” o cosas parecidas. El juego de las palabras y la comunicación falaz.

Creímos que las civilizaciones eran una forma de organizarnos para tratar de conseguir una armonía en el vivir de una población que comparten un territorio y que por ende una forma de vida que se compensa entre todos los componentes humanos. Civilizado es el ser que deja al otro, ser.
Somos seres con la voluntad de devastar, y el esfuerzo consiste en desarticular esa voluntad. Creo que es ese instinto animal desinteresado por el prójimo mientras sea él mismo que se beneficia o simplemente, se hace a sí mismo en el descrédito del otro. Encontrar el enemigo de nuestro bienestar. Buscar las mosca, crear la mosca. Jugar con ella en su agonía. No sentir remordimiento. Las moscas no son nosotros.

Europa se desgarra ante los atentados ocurridos por parte de terroristas que parecen haber salido de dentro de huevo ya malos. Son malos de por sí. Civilización contra barbarie. Nadie se toma ni dos minutos para pensar por qué pasan las cosas, es que se enfría el café. Encontrar un enemigo fácil y rápidamente, enmascarados en la pereza que da tratar de entender el mundo. Civilización es precisamente tratar de entenderlo. Pero no se puede, qué más da. El enemigo es claro, tiene su propia bandera. La ambigüedad del enemigo difuso nos desespera porque no sabríamos dónde apuntar la bala.
Nos solidarizamos bajo la pobreza de la empatía. Claro que tampoco lloro por lo que veo en las noticias y sin embargo podría desgarrarme de un dolor propio por el solo hecho de pensar que un ser cercano a mi ámbito vivencial pudiera sufrir alguno de las atrocidades que en el mundo ocurren. Pero si le pasa al otro me indigno, opino, saco conclusiones, y listo, Cést la vie… O cómo dijo el bigotudo de acero un muerto es una tragedia, un millón de muertos es una estadística…
Pareciera que la empatía está ligada a la cercanía tanto física como territorial y/o cultural, o ideológica. Esa empatía que se parece algo así como a un nacionalismo ya sea patrióticamente hablando como socio-culturalmente. Estamos nosotros y luego están ellos. Pero remarcar esto como una injusticia pareciera justificar que hay los que sufren más y los que sufren menos. Todo parece formar parte de un escalafón de “miserabilidad”, donde se compite por tratar de ver quién es mejor merecedor de la muerte y la injusticia.

Gente que nace mala, suicida, ególatra, criminal. Inmolados e inmoladores. Militares y civiles. La patria y el enemigo. La fe y la racionalidad. Encontrar el enemigo es el objeto de la subsistencia. Es lo que da poder, y el poder es lo que persigue el hombre, no el civilismo. Civilismo dentro de fronteras bien demarcadas por las bombas. Mientras estas exploten fuera de esas fronteras, la barbarie no se notará.

¿A quién carajos le importa la guerra? Lo cierto es que una muerte más inmediata y no planificada por quien la recibe, como en los casos europeos de terrorismo, parece ser un golpe más seco e inmediato que denota el horror de matarse los unos a los otros. Es como una buen marketing de la muerte. Como si quisiéramos vender muerte rápida y a bajo costo, convencer a la gente para que compre ese producto llamado muerte. Vende bien el atentado. La guerra parece más bien una política de estado que un producto a bajo costo, y sobre todo, no ocurre aquí. Para explicarlo mejor, la guerra sería como un plan de viviendas sociales y un atentado terrorista sería Marlboro.

Muerte al fin, y liviandad para hablar de ella y sentirse más víctimas que los que sufren del otro lado de esa frontera llamada conocimiento. Cuando termine ese patriotismo que nos solidariza sólo con el vecindario quizás podemos empezar a obrar mejor. Pero sólo conocemos al vecino que se encuentra cruzando la calle, por eso es que nos solidarizamos con él, nos empatizamos. Él es patria. Él es el bueno. Suficiente. Nada más allá del vecino tiene importancia.

jueves, 11 de junio de 2015

Maradona Vs. Messi

Escuché el otro día a Alejandro Dolina opinar sobre Messi y la diferencia con Maradona. Para empezar, creo que deberíamos especificar la diferencia tiempo-espacio que a ambos los separa, pero como es algo muy complejo y requiere de un pensamiento dificultoso e irresoluble, es más fácil decir quién o cuál es mejor o peor. Pero Dolina no es tan tonto como para hacerlo. Resolvió el dilema diciendo que ambos son extraordinarios, pero que Diego era más bello en su juego. A Diego se lo podía intuir como el mejor en una jugada y a Messi en cambio en la estadística de todas sus participaciones. Me parece algo demasiado lateralizado para ser una conclusión. Con lo que podría estar de acuerdo es con la idea de que Messi resuelve las jugadas más fácilmente, sin tanto malabarismo o quiebres imposibles de cinturas cual bailarín. "Directo al grano". Me parecía ver esto en primera instancia cuando empezó a jugar junto al maravilloso Ronaldinho. Pensaba: ¿cómo puede ser tan bueno un jugador que no hace ni la mitad de las cosas que puede hacer Ronaldinho? Es cuando introduje el concepto de “efectividad”. Hasta el mismo Ronaldinho dijo una vez que al verlo entrenar por primera vez pensó “este es mejor que yo”, cosa que cuesta asimilar como tal, al menos a lo que a mí respecta. Aquí mismo podríamos acercarnos a la idea de Dolina. Messi es efectividad estadística y Maradona resolutiva, por no decir estética. Pero la belleza en el fútbol no es mérito propio del triunfo. No se ganan partidos con belleza, sino con goles. Imaginémonos los líos que se armarían si en un partido de fútbol definitorio de un torneo que haya terminado tres a tres se tuviera que decidir al ganador por la belleza de sus goles o de su juego. Todos juntados en una gran mesa dispuesta en medio de la cancha, luego de que los jugadores hayan terminado de ducharse, para debatir en asamblea general, técnicos, árbitros, delegados del público concurrente y delegados telemáticos representando al público televisivo, filósofos, deportistas de élite. Todos reunidos para poder decidir al verdadero ganador, al merecido ganador. Y claro, aquí introducimos la polémica idea de la verasidad,de qué se aceca más a la verdadera de belleza. Pues bien, esto no sólo no es así sino que no tiene nada que ver con la idea competitiva del fútbol, donde lo que suma es la efectividad y no la puesta en escena como en otras disciplinas, por ejemplo la gimnasia artística. Aquí gana el que más la mete y al que menos se la meten. Cuando explicamos en fútbol algo por su belleza, es en realidad porque se acaban los adjetivos calificativos de la intencionalidad del deporte y nos entregamos al goce de la contemplación o el divertimento, cosa que es más que digna dentro del deporte. Para eso lo consumimos, o por eso es que lo consumimos, porque posee una estética que nos hace posible su percepción. Yo, practicante de Judo, entiendo este punto perfectamente, ya que aun sabiendo yo cómo son las reglas de este deporte, no siempre me resulta divertido ver Judo, ni hablemos de alguien que no sabe nada de Judo, un aburrimiento absoluto. En cambio el fútbol divierte incluso al que entiendo poco y nada. Esa búsqueda estética es lo que aproxima al deporte con la idea de función artística.  
Hay cierta intención mundana de relacionar al fútbol con el arte, con la belleza, para explicar, entre otras cosas, por qué es tan popular en el mundo entero. “El deporte más bello del mundo”. Habría que ver realmente qué es lo que lo hace bello, si su puesta en escena o su práctica. Volviendo al judo, para mí hay una enorme diferencia entre practicarlo y verlo, casi que no hay similitud. En el fútbol seguro pasa lo mismo. Pero habría que poder practicar medianamente cada deporte existente sobre la tierra para sacar una estadística sobre cuál deporte es más interesante que cuál y desde qué punto de vista, si el de practicante o el de espectador.
En cuanto a Messi y Maradona, para empezar habría que analizar qué cree Dolina que es bello y qué cree Fulanito al decir que Messi juega más bello. Pero si hablamos de la belleza en una actividad del hombre estamos hablando de arte, dejando de lado un poco el deporte. Ya no estamos hablando de puntos, goles, asistencias, trofeos, sino de otra cosa. Entonces tendríamos que ver qué buscamos cuando vemos fútbol. Y si buscamos belleza, pues quizás sería bueno empezar a generar torneos que los que no se juegue por nada, sino por amor al fútbol, donde los arcos no tengan red y en caso de que la pelota atravesara el arco como en un gol, se pudiera ir por detrás de la línea de meta a buscarla sin que se detenga el juego y seguir con el espectáculo. O que directamente no haya arcos. Partidos sin objetivo, sino el de la demostración futbolera, y que los jueces de la estética futbolera decidan con puntaje. O mejor aún, donde nadie decida nada por nadie, sin perdedores ni ganadores.
Hace rato que no miro otro fútbol que el europeo. El fútbol argentino ha quedado tan lejos de mí que no tengo idea de nada. Busco justamente eso que busca la gente en general, la belleza, y lo encuentro más en Europa que en otro lado. Miro fútbol estéticamente, sin importarme los resultados. Eso se lo dejo a los apasionados, a los fanáticos. Porque sólo siendo fanático se puede concebir la idea de querer conseguir objetivos. Aquí nos encontramos con la paradoja de la belleza inmaterial y el objeto triunfo. Consumimos fútbol por su belleza, y a su vez queremos que nuestro equipo del que somos simpatizantes gane como sea. Eso es lo que pasa, a mí me parece, en el fútbol argentino. Da todo más o menos lo mismo, mientras mi equipo gane. La pasión lo enceguece todo y termina siendo más importante el circo que se arma por fuera, la ficción que nada tiene que ver con el juego y la habilidad. Al fútbol le entramos por lo bello y terminamos siguiéndolo por el resultado, o por lo que es más inentendible para mí, por una especie de pasión que da lo mismo si tu equipo es un asco absoluto jugando, te gusta igual. Un “porque sí”.
Ahora bien, ¿dónde está la belleza entonces? Porque digo, jactándome de mi seguridad, que busco belleza en un partido y no un resultado. ¿Cuál es mi belleza? ¿Cuál es la belleza en el fútbol? ¿Maradona porque danza en sus fintas o Messi porque no las necesita? ¿La estadística o la efectividad? Es una decisión difícil e incluso injusta, porque si analizamos más a fondo al fútbol, encontraremos que es uno de los deportes más injustos que existen. Entonces, si el fútbol es injusto, inesperado, incierto, donde a veces el peor le gana al mejor, o el club con más poder es el que mejores jugadores tiene y tendrá, donde los árbitros cometen errores todo el tiempo, ¿dónde está la belleza en todo esto? Quizás sea bello porque el fútbol es lo más parecido a la vida misma, donde hay reglas pero en realidad no hay reglas, donde todo sigue un reglamento que se puede ir al carajo en cualquier momento. Creo que sí, es eso, el fútbol es tan bello como la imperfección. En la imperfección de las cosas se encuentra la belleza. Porque allí es donde reina el matiz.
Vaya lío en que nos metimos, ahora se metió la señora “Justicia” en todo esto. Porque si el objetivo es ganar partidos para ganar torneos, y así, ser el mejor y no el más bello, entonces tenemos que hablar de lo justo. Y entonces me pregunto qué hay de justo en los torneos cuando por empezar ningún torneo es igual al otro. Lo torneos de liga premian la continuidad y la acumulación de puntos, y es lo más parecido a la justicia (tranquilos, sólo dije “parecido”) porque da el tiempo suficiente y los partidos necesarios para ver realmente en qué nivel está el quipo, permitiendo poder equivocarse en el camino sin ser necesariamente un factor decisivo para definir el destino del equipo. En cambio, si nos remitimos a un mundial de fútbol, o a la liga de campeones, ya la cagamos, porque no se parece en nada más que en que son 11 contra 11 y el partido dura 90 minutos. Ya empezamos a hablar de estados de ánimos en el momento decisivo: no hay vuelta atrás en un partido se gane o se pierda. Que la preparación, que el tiempo que tuvieron los jugadores para juntarse a entrenar en el caso del mundial (nada de continuidad ni mierdas), qué la mala decisión en el último momento del árbitro que no se puede remediar de ninguna manera ya que no habrá más partidos “subsanadores”. Y encima de todo, a veces, simplemente, sin razón, gana el peor de casualidad. ¿Entonces de qué justicia estamos hablando? En un torneo se premia la continuidad y en otro el oportunismo. A veces coincide que el mejor es el que gana.
Volviendo al torneo de liga, tenemos otro problema: que la continuidad, que parece la opción más justa, se vuelve injusta en el momento que el club más poderoso posee el acceso a los mejores jugadores, y por ende, a los mejores premios. Acá ya es donde todo se desvirtúa e importa una mierda de qué equipo eres hincha, porque en verdad no eres de ningún equipo, porque no existe tan concepto. El equipo de fútbol es una construcción abstracta de poderes, oportunismo, negocios, y al final del camino, algo de fútbol y táctica. Pero sí en más digno ser hincha de los jugadores, como los maradonianos o los messiánicos. Allí es donde rige el criterio individual por sobre lo general o colectivo, que sería representado por la totalidad “Fútbol”. Volvemos a cerrar el bucle para volver a empezar: ¿Maradona o Messi? ¿Deporte o espectáculo?
En el Judo la versatilidad de la técnica puede ser el objetivo más claro de la actividad: es lo que te lleva a la sabiduría y a la obtención de graduación (color de cinturones). Pero todo esto se puede anular automáticamente cuando el judoca posee una única técnica poderosa e imbatible con las que gana cada una de las luchas. Se puede dar este caso, dónde nada importa lo variable de la técnica contra una única técnica superior al resto. ¿Es injusto esto cuando un judoca se ha volcado a aprender todas las técnicas posibles mientras el otro sólo se dedica a perfeccionar una única técnica para poder ser imbatible? ¿Qué es lo justo, ganar o saber? Imaginemos que Messi no solo ya es un rey de la estadística, sino que tiene el don de pegarle desde cualquier lugar de la cancha y hacer que la pelota se dirija al preciso y más lejano sector del arco donde el arquero no puede llegar nunca. “Piernas de misil teledirigido” dirían las portadas de los diarios. Sería sencillamente infalible. “Pero Maradona jugaba más bonito” seguiría diciendo Dolina seguramente. Si se busca belleza no se puede buscar competencia. Aún así, ambas cosas pueden convivir, claro está.Pero son cosas diferentes.
Se comparan muchas otras cosas, como el liderazgo en un equipo, quién es quién, con quienes juegan, cómo y cuándo, circunstancias, etc. Si de comparaciones se trata, ya estamos hablando de dos paradigmas diferentes, donde casi todo era diferente, desde el peso de la pelota hasta las circunstancias cotidianas que hacen al jugador. Son demasiados factores a analizar, tantos que nadie los analiza, sino costaría ponerse de un lado o del otro, y vivimos en un mundo competitivo donde la premisa es, lamentablemente, ponerse en un lugar. Las circunstancias definen a los jugadores, por lo que los jugadores, como las circunstancias, nunca son las mismas.

Fútbol: todos contra todos

Ha pasado un mundial más, un evento recreativo y pasional que desenmascara los verdaderos sentimientos e imbecilidades de algunos seres. Todo se ha transformado en una cuestión de guerra ficticia, y me pregunto, qué de cierto hay en todo ese sentimiento de odio entre los países. Para empezar, tuve que ver el partido final del mundial con Nadine, mi pareja, que es alemana, en un bar lleno de argentinos que de vez en cuando gritaban “Nazis de mierda”. Maravilloso! Hasta tuve la idea de cagarme a trompadas con ellos, por suerte no llegué a eso. Claro está: si eres alemán, eres Nazi. Entonces podríamos decir que nosotros, los argentinos, somos La Junta del Proceso de Reorganización Nacional (militares genocidas argentinos), o la Campaña del desierto (matanza indígena para expropiar tierras en la Patagonia), Galtieri… Total, da todo lo mismo. Simplemente se trata de infundir el odio que sientes hacia un grupo de persona y tratar de calificarlo con lo peor que se te pueda ocurrir, “todos dentro de la misma bolsa”. Y para colmo, acabo de leer los dichos del Señor Victor Hugo Morales, son estos, por favor léanlo y escúchenlo, para que se entienda de qué voy: http://www.infobae.com/2014/07/15/1580951-la-respuesta-victor-hugo-morales-los-festejos-alemanes-son-unos-nazis-asquerosos 
¿Leyeron bien? Si si, tal cual. ¡Listo, nos tapó el agua! A este tipo habría que dejar de seguirlo, de escucharlo, que la gente lo olvidara y que no pueda volver a hablar en un medio de comunicación. Pero claro, eso no sucederá porque lamentablemente hay mucha gente que opina como él. Y todo por un simple partido de fútbol, una simple gastada. ¿Alguien vio el video de la gastada de los jugadores alemanes a los argentinos? Por si no lo viste, es este: http://www.diarioregistrado.com/mundial-2014/97249-los-jugadores-de-alemania-y-una-burla-de-mal-gusto-en-los-festejos.html  Una tontería absoluta e inocente que no tiene asidero en esta discusión absurda y violenta de este impresentable periodista. Nos dicen gauchos, por llamarnos de alguna manera, porque no conocen a fondo nuestra cultura y nos identifican con un término generalizador, nada más, no veo ningún tipo de ofensa. Y suponiendo que fuera una ofensa, ¿entonces tenemos el derecho de ofenderlos a ellos diciéndoles que son todos nazis y que se creen una raza superior? Eso es un millón de veces peor que lo de gauchos. 
Estoy cansado de las generalidades, de la discriminación. Alemania ha pagado por su historia, y ya han hecho un mea culpa, han hecho lo hasta lo imposible para limpiar la historia con un presente que no se parece en nada con el pasado que tuvieron, con una historia hecha por gente que prácticamente ya están todos muertos. La nueva historia la hacen otras generaciones. Pero aún tienen que seguir lidiando con gente lamentable como este Víctor Hugo. A las atrocidades y la guerra, al nazismo se le antepusieron los pensamientos e ideales. Primero elaboraron un pensamiento, que creció, hasta llegar a los hechos. Si el pensamiento de Víctor Hugo pudiera crecer, en un caso hipotético, si pudiera dominar las mentes de los pueblos, ¿por qué no pensar que estos pueblos pudieran decidir invadir Alemania y matarlos a todos? El horror siempre parte de un ideal, y creer que por sólo pensarlo sentado desde el sillón de nuestra casa mientras miramos un partido no hiere a nadie es un error garrafal.
A título anecdótico: Unas selección alemana que está llena de hijos de inmigrantes integrados, con un arquero que lucha por la causa homosexual y que en Brasil confraternizó con la tribu Pataxo y donó dinero para causas solidarias. ¡Estos tipos son unos tremendos Nazis! ¿No?
Este señor es una vergüenza, así que pido un fuerte repudio hacia su persona. No se cómo hacerlo, quizás intentaré escribirle un carta, no lo se. Lo que si se es que no podemos ser así, no quiero que seamos así, que todo de igual, que etiquetemos a la gente por color o credo, por el país de donde viene. Ya se que soy un estúpido idealista que digo paparruchadas, que el mundo es esto y que no cambiará demasiado… pero si creo que algunas personas podrán pensar diferente y confraternizar con la única raza existente en la tierra: la humana. A por ellas pues…
Víctor, Victitor querido: deberías ir a Alemania, y ver la cantidad de caras  inmigrantes que van por la calle, sintiéndose alemanes y apostando su futuro en ese país. La cantidad de librepensadores que hay, la buena gente con la que te puedes cruzar. ¿Defectos? Claro que los tienen, pero también muchas cosas de las que aprender, y de las cuales yo he aprendido, y agradezco sentirme un poco parte de ellos. Quizás usted debería darse un paseo por allí, a ver si al final aprende algo, y se vuelve un poco más humano, como lo han logrado ellos después del horror de la guerra. Le deseo que cambie, si aún está a tiempo de hacerlo.
Otro tema: mucha gente se ha rasgado las vestiduras porque hay gente que ve fútbol mientras debería estar preocupados por las injusticias del mundo, por ejemplo, los bombardeos de Israel de estos últimos días. En primer lugar, hay injusticias como esta o peores cada día que transcurre en nuestros días de vida, pero muchas de éstas ocurren en países que “no están a la moda” ni de los medios ni de la ciudadanía, o que culturalmente hablando se encuentran lejos de nuestra concepción o entendimiento. A esta gente le digo que no sea hipócrita, porque nadie de nosotros puede y/o quiere estar dedicada su vida entera a luchar por esta gente, o mejor dicho, los que si dedican su vida entera a esta causa son la gran minoría de la humanidad, y no los que publican repudios fugaces en internet. Ellos mismos se indignan por Facebook u otro medio virtual y al otro día está subiendo videos virales sobre cualquier cosa que nada tiene que ver con guerras ni matanzas, como gatos lamiéndose las bolas cosas así. Las cosas no son ni tan blancas ni tan negras.
Todos buscamos en la vida reír, tomar un café con amigos, ver un partido por tele, tratar de ser lo más felices que se puede, sabiendo que hay un mundo en otros sitios más cercanos al infierno. Y por supuesto, dentro de lo que podemos, también intentamos algunos, cambiar algo de este mundo injusto. Pero la hipocresía no construye, sino todo lo contrario.