Cada 11 de setiembre ocurre algo llamativo en Barcelona. Están los catalanes con su Diada, el día conmemorativo (11 de septiembre) en el que Catalunya perdió su independencia ante los borbónicos luego de más de un año de cruel resistencia. Bueno, fue hace trescientos años. Es curioso, porque es la fecha “patria”, así como en los países de América festejamos los días de la revolución o de la independencia según el caso. Cataluña en cambio no tiene día de la independencia, sino de sumisión ante la corona de “Felipito” como fecha patria. ¿Raro verdad? Y sin embargo, tengo una gran duda de quienes son realmente más independientes. En todo caso, ¿qué es ser independiente? Las decisiones del pueblo son claramente delegadas a pseudos-representantes bajo un sistema de democracia que está bajo la sospecha, ya hace mucho tiempo, de sistema-fraude. Los políticos enarbolan convenios y alianzas para crear una imagen elaborada y compleja que hipnotice a los ciudadanos que luego los elegirán como representantes. Un círculo tan cerrado y vicioso que no deja mucha alternativa ante la posibilidad de una representación pluralista. Ni hablar de lo complejo que resulta el compromiso conciudadano con la política. Nulo en su interiorización pero ampliamente participativo en el reclamo. En verdad yo no se qué es exactamente la independencia. ¿Independientes de qué somos, por ejemplo, los argentinos? ¿De dejar de negociar con unos para hacerlo con otros? Y cuando digo, negociar, hablo de los que pudieron hacerlo, bajo la represión y asesinato de los que no. Los “pocos” contra “muchos”.
Siguiendo con el tema, lo más gracioso es el contraataque de
los que quieren una España unida, que por estos días hacen campaña para
juntarse el día 12 de octubre, día de la Hispanidad, en respuesta a la
masiva e
imponente manifestación del pasado 11 de septiembre (ver Diada 2014).
Qué
espanto me provoca eso. El sometimiento es considerado un rasgo de
grandeza, de Nación. Para empezar, si vamos a remitirnos a las estúpidas
fechas simbólicas,
el 12 de octubre de 1492 Catalunya aún no se encontraba bajo su dominio.
Dejando este pequeño detalles, para muchos el día en que España se subió
al
tren de la conquista de los pueblos “inmerecidos de su libertad”, es el
día de
la patria grande española. Y vaya que se lo toman en serio, por lo que
me da a
pensar que la humanidad no ha cambiado mucho, que simplemente se ha
corrido el
eje conquistador para otro lado, nada más. Cualquier país quisiera ser
la
patria conquistadora en posible, pero mientras espera que esa
oportunidad se
presente, se llena de discursos humanistas en contra de aquellos que
dominan la
escena. Bueno, ahora que lo pienso, pues quizás parte de los que son, de
su
identidad, es el hecho, precisamente, de los hechos dados. Quizás España
es
España gracias a la conquista. Así como Inglaterra lo es gracias a la
piratería
y su afán de industrializar su cultura a costas de sus magnánimos robos y
colonizaciones. Hoy, alabamos su idiosincrasia, consumimos su constante y
creativa música, su arte, sus “ejemplos ciudadanos”. Pero, ¿A costa de
qué son
lo que son? En todo caso, la pregunta sería: ¿necesariamente siempre hay
que
mirar hacia atrás para juzgar la historia vanguardista? Me da
escalofríos mirar
la historia como si nos perteneciera y nos hiciéramos cargo por
herencia. Pero
esa es parte de mi conclusión de este texto que dejo para el final. Lo
que
queda claro, es que el genocidio de 50 millones de seres humanos es la
contrapropuesta de una España unida. Me gustaría poder encontrar otros
argumentos
más conciliadores y amorosos, que son los que yo entiendo como parte de
la
unión de los pueblos, que seguramente las hay, y que torpemente no he
investigado. Será para mi próxima intervención.
Particularmente, no soy partidario de ningún movimiento nacionalista,
sin importarme la bandera. Soy demasiado utópico creyendo en la integración
definitiva de los pueblos y quizás sea un error pensar así bajo las pruebas
remitidas por la historia misma, no lo se. Sentirse nacional es una manera de
sentir orgullo por lo que se es como “lo establecido”, y yo estoy enemistado
con “el ser absoluto”. Creo que las culturas no se dividen en naciones si de
demarcan con fronteras. La cultura trasciende a la política, y la política ya
hace mucho ha dejado de ser una causa nacional, es absurdo pensarlo. El mundo
está integrado, para bien y para mal, como todo lo que ocurre en él a lo largo
de la historia, una historia antagónica por propia naturaleza humana. También
este pensamiento me retrotrae a las calamidades que se han cometido
Igualmente, hilando mas fino, todo esto es muy complejo, y
me niego rotundamente ponerme 100 por 100 de un lado como si la vida política
fuera un juego, una novela de Tolkien. Por lo general, la historia es lo complejo,
y los hechos fácticos lo partidario. Hay una necesidad del hombre de elegir un
lado de la opinión, porque siente que sino se queda fuera del tren de la
historia. La soledad divagadora del ser que acompleja su razonamiento, que ve vetas
irresolubles, que entiende el mundo desde su pluralidad integradora y no desde
el sesgamiento, es el mismo ser con su existencialismo avasallado en la soledad
de su aislamiento.
Lo que queda claro, más allá de mi opinión, es que es un
tema que está en las calles, masivamente, y que por tal, debe discutirse con
criterio e inteligencia, y que es inconcebible que el gobierno central español
haga el distraído ante esto. No tiene ningún sentido lógico, pero claro, si lo
tiene en un sentido dominante.
Por otro lado, creo que el problema no es la autonomía de
decisión, sino lo que se decide. De ver en todo caso, quienes manejan eso que
creemos autonomía, si nos representa realmente. La independencia nacional es
una ilusión que adormece ante el verdadero fondo de los problemas.
Mi propuesta es hacer historia. Claro, la única manera de
hacer historia es siempre para adelante. La otra historia, la de atrás, está
muerta. Aprender de ella es una forma de remediar lo trágico de la misma, pero
jamás para tomar como estandarte de los cambios futuros. El fanatismo de la pertenencia
es una religión, una base de la irracionalidad. Claro está que existe el amor a
la tierra y al pueblo. Porque es cierto que no puedo explicar por qué me
enamoro. Pero las creencias no deberían ser algo que se hereda por tradición.
Creo el pensamiento crítico se desnuda de pertenencia, porque con su desnudez
es que puede ser libre. En cuanto se arropa, ya se identifica, y deja de ser
crítico.
Señalar la historia pasada para hacerla presente no es la
respuesta hacia el futuro. La historia dejó una huella que debemos intentar
seguir y redireccionar. La historia no son baches que han de ser tapados.
Elevar esos estandartes de generaciones que ya ni existen como si fuera parte
de decisiones propia de los que hoy estamos vivos, y así, no ser capaces de
convertirnos protagonistas de nuestra propia historia. Y una buena forma de
decirle a aquellos que están muertos “ustedes no me guiarán hacia al verdad,
porque la verdad no existe. Yo seré mi propia verdad.”