sábado, 13 de septiembre de 2014

Diada vs Hispanidad


Cada 11 de setiembre ocurre algo llamativo en Barcelona. Están los catalanes con su Diada, el día conmemorativo (11 de septiembre) en el que Catalunya perdió su independencia ante los borbónicos luego de más de un año de cruel resistencia. Bueno, fue hace trescientos años. Es curioso, porque es la fecha “patria”, así como en los países de América festejamos los días de la revolución o de la independencia según el caso. Cataluña en cambio no tiene día de la independencia, sino de sumisión ante la corona de “Felipito” como fecha patria. ¿Raro verdad? Y sin embargo, tengo una gran duda de quienes son realmente más independientes. En todo caso, ¿qué es ser independiente? Las decisiones del pueblo son claramente delegadas a pseudos-representantes bajo un sistema de democracia que está bajo la sospecha, ya hace mucho tiempo, de sistema-fraude. Los políticos enarbolan convenios y alianzas para crear una imagen elaborada y compleja que hipnotice a los ciudadanos que luego los elegirán como representantes. Un círculo tan cerrado y vicioso que no deja mucha alternativa ante la posibilidad de una representación pluralista. Ni hablar de lo complejo que resulta el compromiso conciudadano con la política. Nulo en su interiorización pero ampliamente participativo en el reclamo. En verdad yo no se qué es exactamente la independencia. ¿Independientes de qué somos, por ejemplo, los argentinos? ¿De dejar de negociar con unos para hacerlo con otros? Y cuando digo, negociar, hablo de los que pudieron hacerlo, bajo la represión y asesinato de los que no. Los “pocos” contra “muchos”.
Siguiendo con el tema, lo más gracioso es el contraataque de los que quieren una España unida, que por estos días hacen campaña para juntarse el día 12 de octubre, día de la Hispanidad, en respuesta a la masiva e imponente manifestación del pasado 11 de septiembre (ver Diada 2014). Qué espanto me provoca eso. El sometimiento es considerado un rasgo de grandeza, de Nación. Para empezar, si vamos a remitirnos a las estúpidas fechas simbólicas, el 12 de octubre de 1492 Catalunya aún no se encontraba bajo su dominio. Dejando este pequeño detalles, para muchos el día en que España se subió al tren de la conquista de los pueblos “inmerecidos de su libertad”, es el día de la patria grande española. Y vaya que se lo toman en serio, por lo que me da a pensar que la humanidad no ha cambiado mucho, que simplemente se ha corrido el eje conquistador para otro lado, nada más. Cualquier país quisiera ser la patria conquistadora en posible, pero mientras espera que esa oportunidad se presente, se llena de discursos humanistas en contra de aquellos que dominan la escena. Bueno, ahora que lo pienso, pues quizás parte de los que son, de su identidad, es el hecho, precisamente, de los hechos dados. Quizás España es España gracias a la conquista. Así como Inglaterra lo es gracias a la piratería y su afán de industrializar su cultura a costas de sus magnánimos robos y colonizaciones. Hoy, alabamos su idiosincrasia, consumimos su constante y creativa música, su arte, sus “ejemplos ciudadanos”. Pero, ¿A costa de qué son lo que son? En todo caso, la pregunta sería: ¿necesariamente siempre hay que mirar hacia atrás para juzgar la historia vanguardista? Me da escalofríos mirar la historia como si nos perteneciera y nos hiciéramos cargo por herencia. Pero esa es parte de mi conclusión de este texto que dejo para el final. Lo que queda claro, es que el genocidio de 50 millones de seres humanos es la contrapropuesta de una España unida. Me gustaría poder encontrar otros argumentos más conciliadores y amorosos, que son los que yo entiendo como parte de la unión de los pueblos, que seguramente las hay, y que torpemente no he investigado. Será para mi próxima intervención.
Particularmente, no soy partidario de ningún movimiento nacionalista, sin importarme la bandera. Soy demasiado utópico creyendo en la integración definitiva de los pueblos y quizás sea un error pensar así bajo las pruebas remitidas por la historia misma, no lo se. Sentirse nacional es una manera de sentir orgullo por lo que se es como “lo establecido”, y yo estoy enemistado con “el ser absoluto”. Creo que las culturas no se dividen en naciones si de demarcan con fronteras. La cultura trasciende a la política, y la política ya hace mucho ha dejado de ser una causa nacional, es absurdo pensarlo. El mundo está integrado, para bien y para mal, como todo lo que ocurre en él a lo largo de la historia, una historia antagónica por propia naturaleza humana. También este pensamiento me retrotrae a las calamidades que se han cometido
Igualmente, hilando mas fino, todo esto es muy complejo, y me niego rotundamente ponerme 100 por 100 de un lado como si la vida política fuera un juego, una novela de Tolkien. Por lo general, la historia es lo complejo, y los hechos fácticos lo partidario. Hay una necesidad del hombre de elegir un lado de la opinión, porque siente que sino se queda fuera del tren de la historia. La soledad divagadora del ser que acompleja su razonamiento, que ve vetas irresolubles, que entiende el mundo desde su pluralidad integradora y no desde el sesgamiento, es el mismo ser con su existencialismo avasallado en la soledad de su aislamiento.
Lo que queda claro, más allá de mi opinión, es que es un tema que está en las calles, masivamente, y que por tal, debe discutirse con criterio e inteligencia, y que es inconcebible que el gobierno central español haga el distraído ante esto. No tiene ningún sentido lógico, pero claro, si lo tiene en un sentido dominante.
Por otro lado, creo que el problema no es la autonomía de decisión, sino lo que se decide. De ver en todo caso, quienes manejan eso que creemos autonomía, si nos representa realmente. La independencia nacional es una ilusión que adormece ante el verdadero fondo de los problemas.
Mi propuesta es hacer historia. Claro, la única manera de hacer historia es siempre para adelante. La otra historia, la de atrás, está muerta. Aprender de ella es una forma de remediar lo trágico de la misma, pero jamás para tomar como estandarte de los cambios futuros. El fanatismo de la pertenencia es una religión, una base de la irracionalidad. Claro está que existe el amor a la tierra y al pueblo. Porque es cierto que no puedo explicar por qué me enamoro. Pero las creencias no deberían ser algo que se hereda por tradición. Creo el pensamiento crítico se desnuda de pertenencia, porque con su desnudez es que puede ser libre. En cuanto se arropa, ya se identifica, y deja de ser crítico.
Señalar la historia pasada para hacerla presente no es la respuesta hacia el futuro. La historia dejó una huella que debemos intentar seguir y redireccionar. La historia no son baches que han de ser tapados. Elevar esos estandartes de generaciones que ya ni existen como si fuera parte de decisiones propia de los que hoy estamos vivos, y así, no ser capaces de convertirnos protagonistas de nuestra propia historia. Y una buena forma de decirle a aquellos que están muertos “ustedes no me guiarán hacia al verdad, porque la verdad no existe. Yo seré mi propia verdad.”

martes, 22 de julio de 2014

Cinta



Estoy repitiendo mi entrada en calor de cada día, encima de una cinta de caucho, supongo, que se desliza gracias a dos rodillos parecidos a los de las prensas de grabado que solía manipular en la escuela de arte. Mientras corro, escucho música, para ponerle algo de interés cultural a algo tan monótono y aburrido como correr, y sobre todo, fijo en un mismo punto sin tener siquiera un panorama del cual nutrir la distracción. Pero aún así, no logro del todo abatir el aburrimiento y por momentos tengo ganas de que algo ocurra, de que esa máquina que me lleva al mismo punto inamovible en el espacio de repente empieza a volar y me de un paseo por encima del mar, o que las señoritas que se ven jugando al tenis en la pantalla de TV que está enfrente de mi salgan de allí mágicamente para entablar una conversación conmigo sobre qué tan ridículos somos todos allí entrenando como hamsters de laboratorio mientras ellas desplazan sus bellos y fornidos cuerpos en una actividad llena de adrenalina, fuera y dentro de la cancha. Pues no, nada de eso ocurre, y allí me encuentro corriendo hacia la muerte.  La música no me es suficiente. A veces intento con grabar conversaciones de personajes o entrevistas interesantes, pero se me hace dificultoso seguirlas.  Son reemplazadas por nuevos pensamientos. Pero esos pensamientos quedan allí flotando en mi mente y terminara confundiéndose con la actividad que estoy desarrollando, y se mezclan con otros pensamientos, difusos, que no llegan a ningún destino. Es como contar ovejas para poder dormir. Entonces me imagino qué ocurriría si simplemente me detuviera en esa cinta, me parara y dejara que ella me lleve, en vez de huir todo el tiempo. ¿Qué hay por debajo de la cinta? ¿Qué mundo más interesante que éste, el de alimentar la sordidez de mis músculos quietos a causa del devenir de la ciudad entorpecida de tareas que poco tienen que ver con nuestros cuerpos? Quizás encuentre ese mundo en que Alicia cayó, con seres animalescos que entablen conversaciones tan interesantes que me  olvide por completo de que tengo un cuerpo entumecido de no mover, y que mi mente vuele drogada de anécdotas de colores llenas de alucinaciones. Pues es que entonces decidí frenar, harto del aburrimiento de verme sano. Apreté el botón de la velocidad para aumentarla tanto como nunca antes había corrido. Mis piernas parecían que no lo iban a aguantar más, hasta que di un salto con ambas y pisé fuerte como para clavarme a la cinta. Así fue que el mundo se desplazó hacia delante, y yo me desvanecí consciente, hacia mi nuca, y todo se apagó por un instante. Pero a ese frágil instante devino la luz, los colores, el mundo real, el que nunca había conocido. Me metí en la absurda máquina y me transporté a la vida real, la que es más real que esta que me toca vivir. Conocí a los conejos que hablan, a los grandes filósofos que nunca mueren y las señoritas de pelos verdes, finos e interminables labios de luz naranjas.  Mi mente se llenó de gozo, ya no tenía músculos a los que incentivar. En ese mundo no son necesarios, porque para ir de un sitio al otro flotas. El único lugar temible es ese misterioso agujero negro del que todos hablan, del que provengo. Si te acercas mucho, puedes ser devorado por él, y eso equivale a una vida destinada a morir. Nadie quiere eso aquí, nadie puede aceptarlo.
En algún momento las ovejas de mi sub-real mundo se acabarán, o cansarán de saltar, quién sabe. Lo cierto es que siempre puedo reemplazar las ovejas por patos, o ranas, que saben saltar mejor y más alto. Mientras tanto, sigo corriendo en esta cinta aburrida, a la espera de que todo esto sea cierto.